jueves, 9 de febrero de 2012

El Periodismo: Un oficio de alto riesgo


Acostumbrados a la costumbre, al modelo y mecanismo del conformismo, al minimalìsmo absoluto. Jóvenes que por descarte suprimen la vocación y terminan siendo títeres del medio, pequeños incapaces mentales, muñequitos en la caja, marionetas del poder.


Pero pierden frecuentemente al descubrir que no es tan fácil, Comunicador social no es aquel que sólo sostiene el micrófono o se para frente a una cámara a repetir lo que otro sí pensó, no, se equivocan de término y carecen totalmente de información.


Estamos danzantes sobre una espada de doble filo, en una constante lucha interna y externa; la primera ética y moral al estar entre la verdad y la vida, entre mis principios y mis prioridades ¿debo?, ¿puedo?, ¿Qué tanto estoy dispuesto a dar por amor a la razón, por amor a mi trabajo y a la investigación? La segunda con el entorno, la comunidad, la sociedad y con tanta gente que cree en mí como periodista, que cree en mi profesión.


Expuestos desfavorablemente a los intereses ajenos, a egoístas e inhumanos silenciadores de la opinión y la verdad. El riesgo está desde el comentador de una columna hasta el corresponsal de prensa, ya que el publicar una nota respecto a un tema en especifico que deje mal posicionado a un político próximo a votación o en el poder, significaría anexar a la nota la carta de renuncia; desmentir una información en una publicación sería equivalente a cambiar de ciudad, barrio o lugar de residencia.


Según el comité para la protección de los periodistas (CPJ por sus siglas en inglés) la mayoría de los 125 periodistas presos están en Asia (52), América (24) y África (23).

En Colombia la situación no es muy diferente, el para militarismo, la para política, las bandas organizadas son sólo algunos de los tantos vándalos que suprimen la voz del periodista. Colombia es el segundo país con más violaciones a los derechos de los periodistas y las estadísticas revelan que es alarmante e inaudito, en esta nación que se proclama democrática, del año 2000 al presente han muerto más de 60 periodistas, más de una docena desaparecidos y las agresiones se han vuelto cada vez más peligrosas y violentas; entre la cantidad de atropellos que se comenten contra los informadores profesionales existen algunas sumamente graves como el homicidio, lesiones personales y la desaparición forzada.


Ahora bien, es fácil hablar de estos temas y hacer como si fuera ajeno a nosotros. Claudia Gurisatti, una de las periodistas más reconocidas nacionalmente, sufrió en carne propia el alto riesgo de ser periodista, es una mujer decidida que sabe bien la importancia de su profesión y que asume con toda la valentía que se requiere, las consecuencias de dar la información a la opinión pública; Pero no es la única que ha tenido complicaciones por “intentar” ejercer bien su profesión, otros han corrido con peor suerte, como nuestro difunto colega Jaime Garzón, cuyo himicidio quedo impune. Es que si se tratara de nombrar y nombrar periodistas ultrajados, citar y citara estadísticas de violaciones a derechos humanos o el tan básico articulo 20 de nuestra propia Constitución en el cual “se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación”, nos sentaríamos juntos a llorar o terminaríamos en la tan famosa tribu urbana EMO.


Sólo nos queda asumir el riesgo con valentía y que Dios nos ampare, ya que ni el estado, ni los políticos (a quienes por cierto les pagamos el sueldo) ni tantas instituciones creadas para nuestra protección se esmeran (aunque muchos sí lo prometen) por hacerlo.

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